Los monstruos que habitan la normalidad

La excepcionalidad ofrece un corto minuto de luz para dejar al descubierto los recortes en la sanidad, en las residencias… personas que viven en infraviviendas, que tienen dificultades para comer

Yayo Herrero 27/04/2020  https://ctxt.es/es/20200401/Firmas/32033/covid-sanidad-residencias-crisis-ecologica-pobreza-Atwood-Yayo-Herrero.htm?utm_campaign=lecturas-del-lunes-27-de-abril&utm_medium=email&utm_source=acumbamail

<p>El cuento de la criada (The hanmaid's tale, 2017) Hulu-HBO.</p>
El cuento de la criada (The hanmaid’s tale, 2017) Hulu-HBO.  George Kraychyk

Para poder construir una normalidad diferente no podemos contar solo con círculos de personas afines

Para poder preparar mi intervención, me leí de nuevo El cuento de la criada, uno de los relatos distópicos que más me ha agobiado. Lo había leído hace mucho tiempo. Recordaba sobre todo la angustiosa subyugación de las mujeres y la intervención y vigilancia en todos los ámbitos de la vida.  Pero, en la relectura, cada párrafo, cada reflexión de la protagonista me llevaba mucho más allá. Me obligaba a asomarme a nuestro propio momento. Tenía la sensación de que el texto me colocaba privilegiadamente, antes y con tiempo para evitar la llegada de Gilead.

Atwood crea una sociedad deprimente en la que las mujeres fértiles, las criadas, son una propiedad valiosa en la medida en que producen hijos. Son mujeres que viven recluidas en habitaciones en las que han quitado del techo cualquier objeto de los que se pudiese colgar una cuerda. Defred, la protagonista afirma: “sé por qué el cuadro de los lirios azules no tiene cristal, y por qué la ventana sólo se abre parcialmente, y por qué el cristal de la ventana es inastillable. Lo que temen no es que nos escapemos, sino esas otras salidas, las que puedes abrir en tu interior si tienes una mente aguda.” Esas salidas son para algunas criadas la renuncia a la propia vida y para Defred, la resistencia y la voluntad de escapar.

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Las presidentas y el coronavirus

La primera ministra finlandesa, Sanna Marin, y la canciller alemana, Angela Merker, el pasado febrero en Berlín. REUTERS / MICHELE TANTUSSI

‘La mirada’ de Laura Casielles: «Parece que hay que seguir explicando que, si una mujer lleva a cabo prácticas políticas diferentes y más transformadoras, tiene que ver con una mirada feminista, no con una naturaleza femenina».

Hace unos días empezamos a escuchar hablar de que los países con mejor respuesta al coronavirus están presididos por mujeres. Fue a raíz de un artículo que publicó en la revista Forbes la escritora Avivah Wittenberg-Cox, que lo planteaba como una cosa de causa y efecto: “compare a estas lideresas con los hombres que han usado la crisis para acelerar una terrible apuesta de autoritarismo”.

Efectivamente, los datos dicen que, entre los países con cifras relativas de fallecimientos más bajas, o con un control más rápido y eficaz de los contagios, hay siete presididos por mujeres: Alemania, Islandia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Taiwan y Nueva Zelanda. Angela Merkel, Katrín Jakobsdottir, Erna Solberg, Mette Frederiksen, Sanna Marin, Tsai Ing-wen, Jacinda Ardern. Al primer artículo siguieron otros muchos, que alababan sus medidas y se preguntaban: ¿qué están haciendo de distinto? ¿Qué tiene de especial lo que aporta una mujer en el gobierno, en una situación así?

Las respuestas a esa pregunta son resbaladizas y, a veces, inquietantes. Muchas de las piezas destacaban cosas como que tal presidenta “se acordó de los niños”; o que tal otra se rebajó el sueldo “en solidaridad con la ciudadanía”. “La empatía y cuidado con la que se han comunicado estas lideresas parece venir de un universo alternativo a lo que estamos acostumbrados”, concluía Wittenberg-Cox. “Es como si sus brazos salieran de sus vídeos para acogernos en un cálido y amoroso abrazo”. El esencialismo que atribuye a las mujeres todas las cualidades de lo afectivo, lo familiar y lo relativo al cuidado siempre está al acecho. Aunque el éxito de la gestión de estas gobernantes haya tenido que ver que ver con que fuesen rápidas, contundentes o tuvieran cientos de miles de mascarillas guardadas en almacenes secretos que datan de la Guerra Fría.

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Bailando bajo la lluvia radioactiva

Bailando bajo la lluvia radioactiva

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Un baile a distancia en una urbanización de Cheshire. REUTERS

 

¿Qué estaba haciendo usted la noche del 26 de abril de 1986? No sé dónde estaba ni qué hacía cuando mataron a Kennedy –era muy pequeño– y de la llegada del Apolo XI a la Luna solo recuerdo que mi abuelo se reía de nuestra ingenuidad por creernos ese montaje de los americanos: en la Luna, pero ¿estáis tontos?, nos decía. Tampoco me acuerdo, aunque es un acontecimiento mucho más reciente, de qué estaba haciendo cuando me llegó la noticia del atentado contra las torres gemelas. Y mentiría si dijese que aún sé dónde me encontraba el 26 de abril de 1986 cuando oí que había tenido lugar un accidente en el reactor nuclear de Chernóbil.

Pero sí recuerdo perfectamente lo que estaba haciendo justo una semana más tarde, el 3 de mayo. Entonces vivía en Bonn. Había ido con mi mujer y mis hijas a la orilla del río para ver El Rin en llamas, durante el cual varias ciudades ribereñas organizan un espectáculo de fuegos artificiales. Aunque había hecho buen tiempo por el día, por la noche empezó a llover. Acabamos empapados, pero no hacía frío.

Creo que oímos la noticia en el coche, de regreso a casa: lo que había caído sobre nosotros era lluvia radioactiva; los vientos dominantes la habían traído desde Ucrania. Se nos recomendaba ducharnos y lavar la ropa que llevábamos puesta. La banalidad de actos tan cotidianos como ducharnos y cambiarnos de ropa para eliminar la radioactividad me produjo una sensación de irrealidad, como si hubiese una desconexión entre lo que hacíamos y lo que sabíamos, entre la magnitud de la catástrofe y la insignificancia del gesto.

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“Si la gente no se rinde, existe la posibilidad de crear una internacional progresista”

Noam Chomsky opina sobre la COVID-19, la OMS, China, Gaza y el capitalismo mundial

Amy Goodman (Democracy Now) 24/04/2020  https://ctxt.es/es/20200401/Politica/32016/donald-trump-israel-india-confinamiento-noam-chomsky.htm?utm_campaign=lecturas-del-fin-de-semana-24-de-abril&utm_medium=email&utm_source=acumbamail     Traducción de Paloma Farré.

<p>Noam Chomsky durante la entrevista.</p>
Noam Chomsky durante la entrevista.    Democracy Now / Youtube  Amy Goodman: Hablamos con Noam Chomsky justo después de que el presidente Donald Trump anunciara lo que finalmente ha hecho el 15 de abril al retirar el apoyo de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud. Así se dirigía Trump a los periodistas la semana pasada:

Periodista 1: ¿Es el momento de interrumpir la financiación a la OMS con una pandemia de esta envergadura?

Donald Trump: No, tal vez no. Es decir, no estoy diciendo que lo vaya a hacer, sino que vamos a estudiarlo.

Periodista 2: Ha dicho que iba a hacerlo.

Donald Trump: Le estamos dando un enorme… no, qué va. He dicho que íbamos a estudiarlo. Vamos a analizarlo. Vamos a estudiarlo.

A.G. ¿Puede hablarnos de lo que Trump amenaza con hacer en estos momentos? Primero rechazó los test de la OMS, que habrían sido cruciales, y ahora dice que va a retirar la financiación a la Organización Mundial de la Salud.

N.C. Es el comportamiento típico de los autócratas y dictadores. Cuando cometes unos errores tan descomunales que están matando a miles de personas, siempre se busca un culpable. Y en Estados Unidos, lamentablemente, se lleva dando el caso desde hace más de un siglo, siglo y medio; culpar siempre al “peligro amarillo” es fácil. “Los amarillos vienen a por nosotros”. Llevamos toda la vida viéndolo, de hecho viene de lejos. Así, culpar a la Organización Mundial de la Salud, culpar a China y afirmar que la OMS mantiene una relación insidiosa con China, en la práctica, les funciona. Y convence a una población que lleva mucho tiempo tremendamente adoctrinada, ya desde la Ley de Exclusión de los Chinos del siglo XIX, que dice: “Sí, esos salvajes amarillos vienen a acabar con nosotros”. Es algo casi instintivo.

Y está respaldado por el altavoz digamos, por ejemplo, de Rush Limbaugh [locutor de radio y analista político conservador]. La ciencia es uno de los cuatro recodos del engaño, junto con los medios de comunicación, el mundo académico –he olvidado uno, pero hay cuatro recodos del engaño–. Viven del engaño. Se va metiendo en la cabeza de la gente. Y dicen: “¿Por qué vamos a creérnoslo? ¿Por qué vamos a creer las noticias? Solo son fake news. Intentan acaban con nuestro salvador, nuestro presidente, el mejor presidente de la historia”

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México. Carta del Ejército Zapatista para el mundo

Resumen Latinoamericano 21 de abril de 2020  https://www.resumenlatinoamericano.org/2020/04/21/mexico-carta-del-ejercito-zapatista-para-el-mundo/

OTRO MUNDO ES POSIBLE
«No basta con lavarnos las manos y ponernos una mascarilla, tenemos que construir otros mundos.»

Del EZLN

Sobre como lo estoy viviendo:
Con tranquilidad, rebeldía y prudencia. En la comunidad, es decir fuera de la ciudad, la situación es muy otra; los alimentos están en la huerta, hay reservas de maíz y frijol, todos los días tomamos aguas calientes medicinales, ejercitamos el cuerpo con en el trabajo agrícola y de pequeña ganadería.

El pánico no es tan grande porque no hay suficiente tiempo como para perder el día viendo Fake News, teorías de conspiración y las cadenas del mal gobierno. Las relaciones sociales son las justas y necesarias, la solidaridad es absoluta con el conocido y el extraño.

La vida no para, no hay como quedarse en casa, los animales morirían de hambre y las chakras podrían perderse.

No hay expectativas sobre ayudas del estado, el estado históricamente ha abandonado y permitido la explotación de estas tierras.

Los niños sin clases en la escuela aprenden más de su cultura y lengua en casa con sus familias, en especial con sus abuelas y abuelos. Leer más

La crisis global vista por Naomi Klein y Angela Davis

Angela Davis y Naomi Klein participan en una charla organizada por ‘The Rising Majority’, una coalición antirracista y anticapitalista de organizaciones y movimientos, para evaluar colectivamente este momento y buscar soluciones concretas para esta crisis sin precedentes.

“Hace 15 años que las personas manteras seguimos unidas manteniendo la lucha por los derechos humanos. A pesar de que la policía nos persigue, los políticos nos utilizan y los medios nos criminalizan, a pesar de sobrevivir con 200 euros al mes, si hay suerte. Durante este tiempo pasado en la vulnerabilidad hemos vivido algunos aprendizajes que queríamos compartir por si hoy os pueden ser de ayuda a vosotras. Aprendizaje #1: La creatividad es revolucionaria. Os animamos a usar vuestra creatividad para pensar cómo podemos cambiar nuestro modelo de vida y poner en el centro a las personas cuando el virus pase. Aprendizaje #2: Compartir el dolor. (…) Al final, vulnerables en mayor o menor medida, lo somos casi todas. Que hablen las mujeres, las personas que aman diferente, las ancianas, las trabajadoras del hogar, las cajeras de supermercado que no ganan ni para pagar el alquiler (…) No nos une el dolor sino la respuesta al dolor”.

El 3 de abril Top Manta, la marca de ropa impulsada por algunas personas del Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona, empezó a compartir en su cuenta en Instagram algunos aprendizajes para enfrentarnos al momento de emergencia que estamos viviendo y a la crisis que seguirá.

Mientras Top Manta regalaba sabiduría a quien la quisiese recoger, al otro lado del mundo, en una charla online en directo, Angela Davis y Naomi Klein también compartían sus ideas sobre cómo fortalecer los movimientos sociales en la época del coronavirus. Muchas personas conocen estas dos líderes, la primera siendo una activista, filósofa, escritora y educadora feminista afrodescendiente estadounidense de reputación internacional y la segunda una escritora, activista y cineasta canadiense conocida por sus críticas al capitalismo y a la globalización corporativa.

Como si hubiera un hilo rojo a enlazar estos discursos, Angela Davis al final de la charla compartía el deseo de crear conversaciones globales que involucren a personas de África, de América Latina, de la India, convencida de que, para un cambio profundo, tenemos que aprender de la gente que viene de otras vivencias, de otras partes del mundo y que busca abordar esta crisis de manera creativa.

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Ejército y Coronavirus. La mala reputación

Hoy es viernes en el calendario, pero en estos tiempos de guerra todos los días son lunes. Y no. Resulta que es viernes, ya lo ven: y que la propaganda llega hasta donde empieza la realidad. Y viceversa. La militarización de la gestión de la crisis –al fin de cuentas, más marketiniana que real; más política que técnica; más estética que operativa– ya es una de las singularidades específicas, hispánicas y diferenciales de los días que vivimos y quién sabe si de los múltiples impactos que aún nos tocará afrontar. Nada será igual ni volveremos al mismo lugar. Es así. Febrero de 2020 queda ya muy lejos. Y toca evidenciar algunas verdades nómadas que la propaganda no soporta y la realidad reclama. Preguntas incómodas que la realidad recapitula y la propaganda ahoga. Evidencia desnuda number one: ninguna política de defensa, ningún presupuesto militar, ningún ejército, ningún tanque, derrotará a la Covid-19. Y ninguna es ninguna.

Estamos inmersos en una guerra total que nos incumbe a todos”. Pues miren, los efectivos de la UME, que tanta atención acaparan, representan el 2,3% del total de las fuerzas armadas. Procede preguntarse entonces qué hacen o qué se hace con todo lo demás: es decir, 150.000 efectivos adicionales. ¿Si ahora se nos dice que se demuestra la utilidad del ejército –haciendo, paradójicamente, tareas no militares– es porque se demuestra al mismo tiempo su inutilidad de antes? Lo mismo ocurre con el dinero, que nunca cuadra. La UME –150 millones de presupuestos– supone el 0,7% del elevado presupuesto de defensa. Pero entonces, ¿qué se hace cada año con los 19.776 millones de euros restantes? Preguntas al vuelo. Y más cosas que hacen de brutal espejo. Bombo, cornetín y platillo, treinta efectivos de la UME se desplazaron el pasado 19 de marzo al aeropuerto del Prat para desinfectar con lejía las instalaciones. Vale. Fueron y se fueron: las que se quedaron son las 400 mujeres de la limpieza que lo hacen cada día y cada noche. Sin flashes ni prime times ni equipamientos de primera.

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“La pandemia es una tentación autoritaria que invita a la represión”

Carolin Emcke, en Barcelona en 2019.
Carolin Emcke, en Barcelona en 2019.Consuelo Bautista

Carolin Emcke (Alemania, 1967) es una de las intelectuales europeas que de manera más persuasiva ha combatido los tópicos populistas que quieren dominar el mundo. Por ello fue distinguida con el premio de la Paz de la Feria del Libro de Fráncfort. Contra el odio (Taurus, 2017) y Modos del deseo (Tres puntos, 2018), son dos de sus libros editados en España. El primero es una reivindicación humana y filosófica contra la tentación autoritaria que se sirve de viejas banderas racistas y patrióticas. Uno de sus temores es que la presente pandemia avive ese rescoldo de odio. Ella vive en Berlín. Esta entrevista para EL PAÍS se hizo por correo electrónico

«La línea invisible»: determinismo y discurso del poder

Fuentes: Rebelión

“La línea invisible” es una serie corta, de seis capítulos, dirigida por Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, desde una idea original de Abel García Roure y coguionizada por Alejandro Hernández y Michel Gaztambide. Se ha estrenado en #0 de Movistar y supongo que se moverá por otras plataformas y canales de TV.

Habla de ETA, de la de finales de los 60, de la de Eskubi y Txabi Etxebarrieta, posterior a la ETA pionera -que no aparece en la serie más que para elegir el nombre y acrónimo de la organización-, aquella ETA anterior de los Txillardegi, Benito del Valle, Madariaga o Imaz que seguían en activo, al igual que los Bareño, Bilbao Barrena, J.F. Azurmendi, Sabin Arana,… y que, hasta entonces, se había centrado en la concienciación y la propaganda armada.

La serie

Tiene una creíble y bien contada narrativa, de las que suministra la realidad aunque se la retuerza hasta desfigurarla; con unos personajes de ficción sólidos aunque, como un eco, distorsionen a las personas reales y reconocibles hasta decir lo que no fueron y, en algún caso, injuriarlas; una buena fotografía que hasta embellece a las fuerzas de seguridad de una dictadura y a la dictadura misma, que apenas se esboza en cartón piedra; un guión que, a pesar de sabernos el final, atrapa porque está hecho a la medida de los sentimientos a los que interpela en un ritmo tranquilo y reflexivo …

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¿Para cuándo una tasa Covid a la riqueza y rentas altas?

Como en otras épocas de gran depresión económica, Italia y Argentina ya han planteado un impuesto para gravar a las rentas altas para luchar contra los efectos del coronavirus. Más País presenta una PNL con una batería de medidas fiscales, entre las que se incluye una “tasa Covid”

Arte El Salto

Tras las dos grandes guerras del siglo pasado, los países más afectados y que necesitaban financiar la reconstrucción de sus territorios y economías crearon un impuesto a los ricos. En 1917, el impuesto a las rentas más altas en EE UU subió del 7% al 77% de golpe para las rentas de más de un millón de dólares. En 1925, se volvieron a bajar. El crack del 29 obligó a que se volvieran a subir. El presidente Herbert Hoover lo llevó hasta el 63% y luego Franklin D. Roosevelt lo subió hasta el 94% durante su mandato, hasta el 1945. Los mismo pasó en Europa. Los países más afectados por las guerras, como Francia o Alemania, incrementaron sus impuestos sobre las rentas altas para financiar la recuperación. ¿No nos encontramos ahora en una situación similar?

“Una herramienta útil para afrontar la lucha contra el coronavirus y las dificultades del presente con la solidaridad de los que más tienen”, fue la definición que le dio el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en Twitter. Desde una reunión junto a su ministro de Economía, Fernández anunciaba que están barajando la posibilidad de imponer una tasa Covid para financiar la lucha contra el virus y la recuperación económica. En Italia suena con fuerza. El Partido Demócrata ha puesto encima de la mesa un impuesto que se aplicaría una subida en el IRPF de un 4% para los que ganan más de 80.000 euros y de un 8% para el caso de las rentas de más de un millón de euros.

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