En el Estado de Nueva York el CEO de Google Eric Schmidt encabeza ya una comisión para imaginar una nueva normalidad que, desde su punto de vista, tendrá que ser la de un Screen New Deal que permita a Estados Unidos imponerse en el conflicto geopolítico que le está enfrentando a China en ámbitos como el control de la infraestructura 5G. La lógica, pese a que ahora se escude en la necesidad de luchar contra la crisis sanitaria, es clara: lejos de denunciar lo que Marta Peirano no ha dudado en calificar como la primera tecnodicatura del mundo, debemos emularla –forzando al máximo lo socialmente aceptado– para no quedar atrás en los beneficios que se derivan de la nueva economía del dato del capitalismo digital. La IV Revolución Industrial, y su proyecto estrella, el Internet de las Cosas, aspira a que no pueda existir interacción social que no venga mediada por una interfaz digital conectada y, por tanto, se convierta en fuente de cada vez más datos sobre todo lo que hacemos. Estos datos seguirán alimentando algoritmos de inteligencia artificial que, como demuestran escándalos como el de Cambridge Analytica o la crítica al solucionismo tecnológico de Morozov, están adquiriendo un poder creciente sobre nuestra vida personal y política.